El Misterio de la Plaza San Francisco de Quito
¿Qué sería de Quito sin sus palomas en la Plaza de San Francisco?, ¿Qué sería de ellas si no están los ancianos que las alimentan?, ¿Qué sería de esta Plaza sin sus turistas que llenan los graderíos y toman un sinnúmero de fotografías? ¿Qué sucedería sin el padre que da la misa y los fieles que acuden a ella?. Sin duda, no existiría una historia para contar.
San Francisco de Quito es una iglesia llena de leyendas, tradiciones y una cultura establecida. Su iglesia refleja las historias que guarda el Centro Histórico de Quito o como muchos la llaman “carita de Dios”. Los relatos que se escuchan, llaman la atención y hacen que las iglesias y lugares del sector sean más interesantes, existiendo así un misterio por descubrir.
Cuenta la leyenda que Francisco Cantuña fue designado para acabar el atrio; es decir, la fachada de lo que actualmente es la Iglesia de San Francisco de Quito. El indígena, Cantuña, tuvo un tiempo límite para terminarla; sin embargo, un día antes de que se terminara su tiempo, empezó a sentirse completamente desesperado porque todavía le faltaban muchos ladrillos que colocar y detalles por completar.
En su gran momento de temor, frente a la iglesia, Cantuña decidió convocar al diablo y hacer un pacto con él, el cual consistía en algo muy sencillo, el diablo tenía que acabar de acomodar todos los ladrillos restantes y, cambio, él tenía que entregarle su alma; pero, como en todo acuerdo siempre hay una condición, en este caso consistió en que si el diablo no terminaba el atrio completo, así faltara solamente un ladrillo o una sola piedra, él no podría reclamar su alma. Después, de hacer el acuerdo, el diablo de inmediato decidió llamar a todos sus ayudantes para que lo ayuden a distribuir los ladrillos por todos lados. Cuando Cantuña se dio cuenta de que estaban a punto de terminar el atrio se le ocurrió el plan de desaparecer un bloque y esconderlo muy lejos para que no se dieran cuenta.
Cuando el diablo y sus diablillos estaban convencidos de que habían terminado, Cantuña empezó a inspeccionar todo el atrio y le hizo ver al diablo que faltaba una piedra. El diablo atónito, se dio cuenta de que era verdad, que ese bloque estaba ausente. Desconcertado y furioso se fue de repente con sus trabajadores, insultándolos en el camino de regreso al infierno. Así fue como Francisco Cantuña salvó su vida.
“La viveza criolla” mencionó el actual guía del museo de la iglesia, Daniel Urrestra, después de contar la historia de Francisco Cantuña a los extranjeros quienes quedaron asombrados y emocionados durante su visita al museo.
Cuando el guía mencionó que podían observar la piedra faltante en forma de cuneta a la entrada de la iglesia, todos salieron al instante a contemplarla y, efectivamente, de los siete bloques de piedra que están al lado izquierdo, en el lado derecho solamente hay seis. El espacio vacío se encuentra cubierto por cables negros para disimular su ausencia.
¿Realidad o coincidencia? Como dice Doña Clara, vendedora de objetos y piezas representativas de la iglesia, que se encontraba en su local ubicado en las afueras del atrio. Doña Clara vende objetos como: figuras de diablillos, casas antiguas, figuras de la Virgen María, ángeles y estampillas con el rostro de Jesús. Frente al relato, doña Clara manifestó que solamente es una gran coincidencia, pero definitivamente ese cuento de Cantuña y el diablo atrae a muchos turistas.
Mientras uno camina por las calles del Centro Histórico de Quito, se siente la presencia alborotada de las palomas por la Plaza. Un hermoso recorrido nos conduce hacia la Plaza de San Francisco caminando por la calle Cuenca, pasando la plaza de la Merced, si un transita en sentido Norte- Sur y llegando a la calle José de Sucre donde se encuentra la majestuosa Plaza, inigualable por su arquitectura y su tamaño.
Mientras uno camina por las calles del Centro Histórico de Quito, se siente la presencia alborotada de las palomas por la Plaza. Un hermoso recorrido nos conduce hacia la Plaza de San Francisco caminando por la calle Cuenca, pasando la plaza de la Merced, si un transita en sentido Norte- Sur y llegando a la calle José de Sucre donde se encuentra la majestuosa Plaza, inigualable por su arquitectura y su tamaño.
Las construcciones actuales del metro de Quito dificultan un poco el acceso y la visibilidad, si uno circula por la calle Benalcázar y Bolívar, donde se encuentra la famosa Casa Gangotena, catalogada como el mejor hotel del Ecuador en el año 2015.
La Plaza de San Francisco se encuentra bordeada actualmente por un cerramiento donde los visitantes pueden hallar cualquier tipo de información, una de ellas es la leyenda de Cantuña en español e inglés, la misma que da más apertura para que las personas conozcan la historia.
Lo primero que se puede apreciar en la Plaza de San Francisco es la gran cantidad de palomas que se encuentran posadas en el suelo de la entrada de la iglesia, que al momento que alguien pasa en medio de ellas salen volando todas juntas y forman un verdadero paisaje, pero todo es cuestión de percepción.
Un señor que tomaba fotos en la Plaza dijo: “Estas palomas son las ratas del cielo, porque se comen toda la basura”. Por otro lado, una señora sentada justo en la gran puerta de madera, a la entrada de la iglesia, las alimentaba con pan y maíz, decía: “Compren migajas de pan o granitos de maíz para nutrirlas.” Carolina, una señora que frecuenta la Plaza de San Francisco, le compró a la señora migajas de pan para que sus hijos alimenten a las palomas.
Ella comentó que a “sus guaguas” les gusta venir a la plaza para alimentar a las palomas y, en ocasiones correr por la plaza y sentir a las palomas pasar por su cuerpo. Al momento de entrar a la iglesia se puede admirar todas las pinturas y figuras impregnadas en las paredes. El color que predomina definitivamente es el dorado, denominado “pan de oro”. Una voz fuerte que decía: “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” llamó la atención de los turistas que entraron, había ya empezado la misa y ellos se acercaron de forma discreta para no interrumpir, puesto que querían fotografiar y observar cada detalle y elemento a profundidad.
Ella comentó que a “sus guaguas” les gusta venir a la plaza para alimentar a las palomas y, en ocasiones correr por la plaza y sentir a las palomas pasar por su cuerpo. Al momento de entrar a la iglesia se puede admirar todas las pinturas y figuras impregnadas en las paredes. El color que predomina definitivamente es el dorado, denominado “pan de oro”. Una voz fuerte que decía: “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” llamó la atención de los turistas que entraron, había ya empezado la misa y ellos se acercaron de forma discreta para no interrumpir, puesto que querían fotografiar y observar cada detalle y elemento a profundidad.
Los turistas podían apreciar cuadros pintados, personajes católicos enmarcados en arcos dentro de la capilla, siendo éstos el enfoque principal. La iglesia parece ser un laberinto sin acabar que, en cuanto uno se da la vuelta, encuentra diferentes particularidades que representan cada memoria y trayectoria de Quito.
Al salir de la iglesia, hay un museo en donde se puede encontrar diferentes adornos para el hogar y pequeñas historietas que hablan sobre la historia de Francisco Cantuña y del largo trayecto de la iglesia.
Debajo de la iglesia hay unas pequeñas tiendas y restaurantes que son visitados por los turistas después de explorar la iglesia. Allí, pueden degustar y conocer la cultura gastronómica del Ecuador, acompañada de bebidas típicas como son: el vino hervido, el morocho, la colada morada y el famoso canelazo.
A pesar que el clima estaba nublado, había gran afluencia de personas que anhelaron pasar su mañana del día sábado sentados en el graderío de la Plaza disfrutando de un buen cevichocho, visitando tiendas o simplemente tomando un café caliente en el restaurante Tianguez, que se encuentra junto al lado derecho de la iglesia.
Este restaurante ofrece comida típica a los visitantes y un rato agradable en familia. Abel, mesero del bar- restaurante, comentaba a los turistas ,en inglés, mientras se servían un vino hervido, en esa mañana fría de Quito, datos históricos sobre la antigua plaza.
Abel, comentó que la Plaza de San Francisco en sus primeros años era una plaza donde las personas realizaban trueques con animales. Les recomendó asistir a los turistas al museo para recibir mayor información acerca de las memorias de San Francisco de Quito. Una de ellas es que debajo de la tienda, que está al lado del museo de la iglesia, están las catacumbas, un espacio subterráneo en el que se encuentran personajes históricos enterrados desde hace muchos años atrás. Esto, es un símbolo de honor y solamente está abierto al público en el día de los muertos, es decir, el dos de noviembre de cada año.
Finalmente, los turistas se despiden de la iglesia llenos de nuevos aprendizajes e historias sobre la cultura quiteña que marca y representa todos los ciudadanos que habitan en la capital. ¿Qué sería de Quito sin sus palomas en la Plaza de San Francisco?, ¿qué sería de ellas si no están los ancianos que las alimentan?, ¿qué sería de esta Plaza sin sus turistas que llenan los graderíos y toman un sinnúmero de fotografías? ¿qué sucedería sin el padre que da la misa y los fieles que acuden a ella?. Sin duda, no existiría una historia para contar.
Ha funcionado como mercado popular, espacio de concentraciones militares y políticas, y como lugar de encuentro y recreación sociales. Se debe mencionar además un elemento arquitectónico destacado: la magnífica escalera cóncavo-convexa que comunica la plaza con el atrio, en el que resalta la bella fachada manierista - barroca del templo mayor, origen de distintas soluciones de arquitectura americanas y cuyo diseño se inspira en uno de Bramante según uno y de Bernini según otros.
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